Falleció Miguel Ángel Russo a los 69 años. El técnico argentino, campeón con Millonarios en 2017, dejó una huella imborrable en Colombia y en el fútbol sudamericano. Su legado, su amor por el juego y su frase “todo se cura con amor”, quedarán para siempre en el recuerdo del futbolero.
Triste adiós a Miguel Ángel Russo
El fútbol está de luto. Miguel Ángel Russo, histórico entrenador argentino y campeón con Millonarios FC, falleció este 8 de octubre de 2025 en Buenos Aires, a los 69 años de edad, tras luchar contra problemas de salud que venía padeciendo desde hace meses.
La noticia fue confirmada por Boca Juniors, último club en el que trabajó, y rápidamente generó una ola de tristeza en todo el continente. Equipos, jugadores y aficionados expresaron su pesar por la partida de un hombre que marcó generaciones, no solo por sus logros, sino por su calidad humana.
En Colombia, el impacto fue profundo. Millonarios FC, club donde Russo logró la tan recordada estrella 15, emitió un comunicado lleno de sentimiento:
“Gracias por todo, profe. Por tu sabiduría, tu ejemplo, tu amor por el fútbol y por hacernos creer cuando pocos lo hacían. Millonarios siempre será tu casa.”
El legado azul: campeón con Millonarios
El nombre de Miguel Ángel Russo quedará grabado para siempre en la historia del fútbol colombiano. En 2017, el técnico asumió el reto de dirigir a Millonarios, un club que atravesaba un periodo de reconstrucción y necesitaba recuperar su grandeza. Con trabajo silencioso, humildad y carácter, Russo formó un equipo competitivo, sólido en defensa y efectivo en ataque. Aquella temporada, llevó al conjunto embajador a ganar la Liga BetPlay 2017-II, venciendo en la final nada menos que a Independiente Santa Fe, su rival de patio.
Esa consagración no fue una más. Fue la estrella 15 para el club bogotano, pero sobre todo, un título lleno de emoción y significado. Russo lo consiguió mientras luchaba en silencio contra el cáncer de próstata, demostrando una fortaleza que conmovió al país entero.
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En medio de su tratamiento, nunca abandonó al equipo ni dejó de dirigir. Su frase, pronunciada con serenidad y esperanza, quedó inmortalizada en la memoria azul:
“Todo se cura con amor.”
Ese mensaje trascendió el fútbol y se convirtió en una lección de vida.
Una carrera llena de gloria
Antes de conquistar corazones en Colombia, Miguel Ángel Russo ya era un referente del fútbol sudamericano. Como jugador, fue símbolo de Estudiantes de La Plata, donde desarrolló toda su carrera profesional. Como entrenador, su recorrido fue extenso y exitoso: dirigió a Boca Juniors, Rosario Central, Vélez Sarsfield, Racing Club, San Lorenzo, Lanús, Alianza Lima, Cerro Porteño, Rosario Central, Rosario Central, y Millonarios, entre otros.
Su mayor logro internacional llegó en 2007, cuando levantó la Copa Libertadores con Boca Juniors, comandando a un equipo liderado por Juan Román Riquelme. Ese título consolidó su nombre entre los técnicos más respetados del continente.
En total, Russo ganó nueve títulos a lo largo de su carrera. Pero más allá de los trofeos, lo que realmente lo hizo grande fue su forma de entender el fútbol: con humildad, respeto y pasión.
El adiós del pueblo embajador
En Bogotá, la noticia de su fallecimiento cayó como un balde de agua fría. En las redes sociales, miles de hinchas expresaron su dolor y compartieron fotos del técnico levantando la copa en El Campín, aquel diciembre de 2017 que nadie olvida en la capital.
Los cánticos de “¡Vamos Millos!” se mezclan ahora con lágrimas y gratitud. Miguel Ángel Russo no solo le dejó títulos al club, también le devolvió el orgullo y la identidad.
Durante su paso por Colombia, se ganó el cariño de todos los sectores del fútbol, incluso de hinchas rivales, que reconocieron su profesionalismo y calidad humana.
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Un legado que trasciende
Hoy el fútbol despide a Miguel Ángel Russo, pero su legado permanecerá intacto. Fue un técnico de principios, un hombre de valores y un luchador dentro y fuera de la cancha. Dejó huella en Boca Juniors, Estudiantes, Rosario Central y, especialmente, en Millonarios, donde se convirtió en símbolo de resiliencia y amor por el juego.
Su enseñanza más grande no fue táctica, sino humana: que la fe, la disciplina y el amor pueden vencer cualquier adversidad.